Todos en la vida tenemos situaciones estresantes y emocionales. Pero el hecho de dejar atrás tu país y a tus familiares es una carga más en el día a día. Una carga personal, psicológica y emocional.
Migrar implica dejar todo lo conocido. Soltar la manera habitual de actuar y ver el mundo para incorporar una nueva perspectiva. Todo migrante vive un proceso de duelo (o transición migratoria como yo prefiero llamarlo).
La Organización Internacional para las migraciones (OIM) define como migrante a aquella persona que se desplaza a través de una frontera internacional o dentro del país, fuera de su lugar habitual de residencia.
¿Qué debería de tener en cuenta esta definición?
- las diferencias individuales de la persona
- las circunstancias de la persona
- la razón de desplazamiento
- cuanto tiempo la persona va a estar.
Estas variables son importantes a la hora de afrontar el choque cultural y a los estresantes que se pueden desarrollar en la nueva situación.
Vivir en el extranjero supone una demanda a cambio. Un desafío a la búsqueda del sentido y la adaptación al nuevo lugar sin los recursos habituales. Desde la resiliencia, varios mecanismos emocionales salen a la luz para superar la experiencia en el nuevo entorno.
En mi opinión, es fundamental tener un cambio de perspectiva y adquirir las herramientas necesarias para superar las dificultades en tu nueva situación conociéndote a ti misma. De esta manera podrás empezar a sentirte parte del país.
Foughali, Z. & Conesa, M. A. (2019). El duelo migratorio: explorando los caminos de la migración y del sentido. Psicobioquímica,6, 57-64.
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